LA ARENOSA
Por Eliécer Vásquez Q.
De
niño, sentía la imperiosa necesidad de ingerir el paisaje absorbente de la
naturaleza y de un contacto íntimo con ella y con la vida, lo que me obligaba a escaparme a los
lugares más cercanos donde podría disfrutar de la vista del océano en mi humilde comunidad de
Panamá Viejo y en el Bosque del área de Gamboa (SOMY).
Pero,
en mi adolescencia, después de atravesar
el “umbral” de mis 18 años, conocí
una pequeña localidad a orillas del lago Gatún, era un pequeño pueblo de
campesinos con muy pocos habitantes cuya principal actividad de subsistencia
era la pesca, la agricultura y la ganadería, su nombre; LA ARENOSA.
El camino a la arenosa es muy agradable, a la
vista se puede disfrutar de las plantaciones
de piña, pinos y majestuosas palmeras que rodean la vía combinada con una
abundante vegetación, sus pequeños potreros, fincas
de ganado vacuno y hermosos caballos.
La
aurora como una flor de fuego aparecía y retrocedía lentamente la oscuridad, el
cielo se aclaraba y la abrumadora belleza de ese paraíso surgía ante mis ojos como un mundo recién nacido,
cada paisaje se componía de una
variedad de elementos esenciales que podrían
ser descritos a través de varios temperamentos; la del músico, el pintor y el poeta.
La fotografía era la prueba suprema
del fotógrafo porque la mitad de la belleza dependía del paisaje y la otra mitad del artista
que la observa, el reto para el
fotógrafo, se constituía en tener la capacidad de decir casi todo sin una sola
palabra, para mí, era como un verso de poesía que se iba creando sigilosamente y que iba revelando sus misterios como ciertos labios bellos que se
re descubren al instante, esos labios que
siempre soñamos.
En fin,
su paisaje no tenía forma de describirlo con el lenguaje común y la luz
del amanecer era poco probable pintarla
con la gramática, simplemente era un enigmático estado del espíritu que me
transportaba a vislumbrar un panorama verdaderamente espectacular.
Hoy para mí, ese paisaje es memoria más allá de sus límites porque sostiene las huellas del pasado, reconstruye
bellos e inolvidables recuerdos de estudiante y de joven enamorado, proyecta en
la mirada las pompas de oro de la luna que sólo existen como reflejo de sí mismo en la memoria del tiempo.
Disfrutar de su simple contemplación, sentir el viento cálido de “la Arenosa” en el rostro, el olor a
tierra húmeda acariciada por las aguas
prodigiosas del Lago Gatún, mirar desde tempranas horas las plantas en
floración en todas sus tonalidades, las dos almas de las dos estaciones, los
sonidos naturales de las Aves y de los animales silvestres y el apacible lago
en su inmensidad de Oro.
Era un sagrado encuentro con la naturaleza que me enseñaba a nombrar las
cosas con otro idioma, un paisaje materno con el que aprendíamos a ver el mundo
en otra dimensión; ese fue el espejo diáfano
en que me empecé a mirar hace muchos
años: encantador, delicioso, con sus colores puros que me deslumbraban a cada
hora del día y me daba de beber en la mano espiral de la naturaleza la belleza
de un paisaje en momentos cuando muy
poca gente lo puede percibir.
La amplitud del cielo, la arquitectura movible de las nubes, las
coloraciones cambiantes de las montañas, el centelleo de las luciérnagas en la
noche.
En la actualidad, El Corregimiento de “La
Arenosa” está adquiriendo un auge debido a la gran cantidad de turistas que
están ingresando a Panamá, por ello, te invito a visitar éste fascinante
paraíso perdido muy cercano a la ciudad ubicado en la Provincia Oeste de Panamá, Distrito de la Chorrera, famosa por sus
tradiciones y sus exquisitas comidas.
La Arenosa
pertenece al embalse del Lago Gatún construido entre 1910 y 1914 para el
represamiento del río Chagres, con la finalidad de almacenar la
suficiente cantidad de agua para que los barcos de alto calado pudieran
transitar por esta vía, en la operación del Canal de Panamá.
Es el lugar ideal para
los amantes de la pesca y de la montaña, ya que los dos ambientes se combinan
ofreciendo al visitante vistas placenteras y pesca confiable.