AGUJA HILO Y DEDAL
Mi experiencia como Sastre
Siendo
un adolescente, ejercí el oficio de “sastre”
en una pequeña sastrería ubicada en
calle 14 Santa Ana, “Sastrería Tito”.
Me llamaba mucho la atención éste arte que consiste en la creación de prendas
de vestir, principalmente masculinas (traje, pantalón y camisas) de manera
artesanal y a la medida, o sea, diseñadas única y exclusivamente de acuerdo con
las medidas y preferencias de cada cliente.
El
Oficio de la Sastrería, que ha estado presente desde tiempos inmemoriales, me
lo transmitió un amigo comprometido con la logia Rosa Cruz, convencido desde
niño, que la meditación es la unión de la conciencia con los más altos niveles
de la Conciencia Cósmica..
Excelente
Sastre, entrañable amigo, padre ejemplar, profundo y constante en sus
convicciones espirituales. Me entregó gratuitamente sus conocimientos en esta
materia y me hizo ser diestro con las herramientas para la confección y el diseño
de las prendas de vestir.
Entre
ensayo y error por casi tres meses; puntada sobre puntada pinchándome los dedos con la aguja cuando le arreglaba
la basta, dañando varios pantalones, ubicando los bolsillos al revés, tomando
muchas medidas inexactas, disculpándome con los clientes en muchas
oportunidades, hasta que salió la primera pieza en perfecto estado, con el
corte exacto y la medida ideal. Que felicidad para mí y que orgullo para mi
amigo.
Garcia
Edgardo “Laly”, más que un hermano por toda la ayuda ofrecida, por sus consejos
y sus enseñanzas en todo tipo de materia, confió en mí, me ayudó a elevar mi
auto estima que estaba por el piso me aseguró que yo tenía una inteligencia
excepcional y muchos dones que Dios me había regalado pero que tenía que
desarrollar.
Ahora
estoy convencido, que la Sastrería “Tito”, fue más que eso, fue el templo de mi
desarrollo espiritual, profesional y académico, en virtud de que con los
beneficios económicos que percibía por la creación de las piezas de vestir,
pude sufragar mis estudios secundarios y universitarios, a pesar de que en
aquella época, se cobraba por hacer una basta solamente veinticinco centavos y
por la confección de un pantalón a la medida, cuatro balboas cincuenta. En
comparación con los tiempos actuales que solamente la hechura de unas bastas
cuesta tres balboas con cincuenta centavos.
Lamentablemente,
ahora vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la
tecnología y en la que nadie sabe nada sobre estos temas tan fascinantes.
Ya poca
gente en Santa Ana habla de; Las telas torna sol, de la manta sucia, las
agujas, el dedal, los hilos, el punto ciego, el remache y las tendencias de
moda; de los pantalones con tableta, de los pantalones con pliegues y pretinas
con secreta. Y la Casa Fashka de la Ave. Central quedó sólo en la memoria de
los que practicamos esta noble, elegante e inolvidable profesión.
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