Límites para una generación dispersa
Por: Eliécer Vásquez
Desde muy pequeños, supimos lo que es estar sentado en la mesa solitarios con el espectro
del hambre, pasar páramos y grandes vicisitudes, jamas reclamé por la humilde comida
que mi madre nos ofrecía y muchas ocasiones
nos faltaba un acompañamiento en el pedazo de Pan.
Caminábamos y jugábamos en los
parques y áreas deportivas públicas. disfrutábamos bañarnos en los ríos y las
playas, siempre, siempre respeté a mis
padres a mis tíos, a mis abuelos, a las maestras y a las personas mayores.
Tuvimos un televisor en blanco y
negro con tres canales solamente; 2,4 y 8. y nos teníamos que levantar para cambiar las
estaciones. Al despertarnos, la primera tarea que hacíamos era arreglar
nuestras camas todas dispuestas en una sola habitación, después del desayuno lavábamos nuestras ropas
y apoyábamos a mamá en todos los quehaceres de la casa; barríamos, trapeabamos,
fregábamos y aseábamos el baño. íbamos regularmente a la tienda por algún
mandado y no considerábamos nada de lo que hacíamos como explotación infantil.
El horario para dormir era estricto
y lo respetábamos, cuando obteníamos buenas notas no nos hacían obsequios, porque no habíamos hecho más
que cumplir con nuestra obligación. Notas bajas deponían de castigo y
nos daban simplemente un cuerazo cuando nos salíamos del tiesto, eso era apenas un correctivo porque si insistíamos
en portarnos mal nos propinaban un severo castigo como incarnos sobre semillas
de maíz, eso no era un caso policial, a pesar de todo nuestro hogar era un
lugar donde reinaba; el amor, los sueños, las ternuras y las esperanzas.
Finalmente, en los atardeceres,
después de nuestra jornada y de la cena, que consistía únicamente en un
emparedado y crema, obteníamos lo más esencial: el aire asalitrado del mar,
el descanso, los sueños, ser
fiel a las bellezas de la naturaleza, compartir y observar el cielo, las
estrellas. la luna, todas aquellas cosas
que tienden hacia lo eterno o hacia lo que imaginamos.
Los fines de semana, muchas veces íbamos
con nuestros padres a apreciar las películas en doble tanta que se exhibían principalmente en el teatro central, el Ancón o el Apolo que en aquella época costaban sólo 50
centavos el tíket y disfrutábamos de los
ricos Hot Dog a 15 centavos con una refrescante soda a precio similar. Momentos
fugaces que se registran en la memoria del tiempo que permanecen en la memoria
del alma.
Los lunes en el tradicional canto del Himno a las 7:00
a.m., jurábamos ante Dios y la patria lealtad a la bandera en la escuela y lo hacíamos
con orgullo, era sencillamente nuestro
afán el de mantener, solidarizar y engrandecer aquel viril amor a la patria
que, inextinguible, viene desde un ayer que nos parece lejano a enaltecer y
vigorizar el sentimiento afectivo hacia nuestro hermoso y singular terruño.
Bebíamos agua
pura y rica directamente de la fuente, calzábamos zapatillas chinas (negras) y no
nos preocupaba la marca de la ropa. No tuvimos celular, ni cámaras, ni tablet,
ni place statión y mucho menos computadora. Nuestros juegos eran: la bolsita,
el wacho, las canicas, el trompo, el yoyo, la lata, el escondido y otros que
escapan de mi memoria, con
los pies en el piso tibio y nuestra cabeza reposando en una época que no
volverá. juegos que nos daban una visión más amplia del inmenso mundo
creativo de nosotros mismos, de ser
alegres como los niños, como los pájaros del cielo, como las
golondrinas.
Eduquemos a nuestros hijos en la tolerancia,
la solidaridad y los valores humanos, menos permisividad y más límites para
ésta generación, persuadiéndolos
a encaminarse por las vías de la verdad, la honestidad y la rectitud. ¡ eso es lo que el mundo, las familias y los niños están necesitando! respeto, amar al
prójimo, a la naturaleza, comunicación, comprensión, bondad, educación, amor a
la vida.
Por un mundo donde no haya
solamente derechos, sino también deberes! donde haya ilusión y esperanza para
vivir, en un mundo donde todos podamos construir con paz. armonía y solidaridad,
ayudarles a encontrar inteligentemente lo que
se está buscando; la paz interior, el amor en todas sus manifestaciones la libertad,
la verdad y la justicia.