viernes, 16 de septiembre de 2016
Telón de Fondo de la Explotación Infantil
TELÓN DE
FONDO DE LA EXPLOTACIÓN INFANTIL
De cuando
vendía raspados.
La venta del “raspado”, o
granizado, fue uno de los primeros trabajos que realice, en un pequeño puesto
establecido en la casa de mi abuelo en la comunidad de Panamá Viejo frente a un
cuadro de Béisbol.
Se trata de un delicioso refresco
o refrigerio compuesto de hielo rallado con sírope de sabores variados. La
materia prima era precisamente un bloque de hielo que se convierte en granizado
después de un proceso de trituración
manual, a través de una máquina de moler
hielo y que se operaba con la fuerza motriz de mis manos.
Al hielo rallado, se le añade el
sírope del sabor a elegir siendo en mi época los más populares, las esencias
de; uva, piña y rosa.
El hielo rallado se coloca en un
vaso de cartón en forma de cono hasta el límite, posteriormente se le agrega la
deliciosa leche condensada y si era gusto del cliente, también se le añadía
Miel.
Todo este proceso me lo enseño mi
abuélito, Don Pedro Núñez Vásquez, quien
era el propietario de la máquina de hacer raspado y en su defecto, el “dueño” de la pequeña empresa de dos.
Lógicamente, también me enseñó a
preparar los deliciosos jarabes o sirope cuyas esencias de frutas la
conseguíamos en la Farmacia “el Javillo”
ubicada en la bajada de “Sal si puedes”.
En aquella época, el costo de un
raspado era únicamente de Cinco Centavos
(un real), a diferencia de hoy que un raspado sencillo llega a valer hasta
cincuenta centavos, y uno especial B/1.25.00.
Recuerdo, como si fuera hoy, como
los fines de semana mi frágil cuerpo de pre-adolescente espigado, 12 o trece
años, sufría con la cantidad de raspados que había que moler en virtud de que
durante toda la mañana y parte de la tarde, el cuadro de Béisbol se llenaba de
jugadores de todas las edades y al término de cada partido, llegaban ávidos y
sedientos a saborear su refrescante “copo de nieve”.
En muchas ocasiones, lo caliente
del verano y el Sol abrazador los obligaba a comprar más de uno de estos
refrescos, y en más de una ocasión, varios de los deportistas, se brindaban a
ayudarme cuando se percataban que mis fuerzas se negaban a continuar girando la
manivela de la máquina hacedora de raspado.
Hoy, sólo ahora, me doy cuenta
que; La
pobreza –y quienes la ignoran y alimentan- como mi abuélito, era el telón de
fondo de la explotación infantil. Mi vida de niño, a pesar de los
conocimientos, químicos y físicos que aprendí en la preparación del refresco,
era como un trozo de papel, sobre el cual todo lo que pasaba iba dejando una
huella, señal de alarma, gracias a Dios, estoy en un momento de la Historia en
que el mundo puede estar preparado para alterar el rumbo del desarrollo humano
infantil.
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