miércoles, 31 de agosto de 2016







SEMBRAR UN ARBOL, ESCRIBIR UN LIBRO Y TENER UN HIJO.

Mi arbolito en Israel

Siempre había escuchado el dicho que reza: "en la vida hay que hacer tres cosas; escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo”.

Gracias a Dios, en mi transcurrir por la vida, logré coronarme en esta sentencia y no solamente tuve un hijo, sino tres, no solamente escribí un libro, sino varios y también logré plantar un árbol en Israel, y muchos otros en mi patria. según el “mensajero del Islam”, por el sólo hecho de haber plantado un árbol en la tierra sagrada, seré recompensado, cada vez que una persona coma el fruto del árbol, repose bajo su sombra o pueda beneficiarse de cualquier forma. 

La plantación de árboles es una costumbre que se instauró a finales del siglo XIX, con la vuelta de los judíos a la tierra de Israel, la iniciativa de plantar árboles comenzó en los colegios y se extendió por todo el país hasta convertirse en una costumbre de mucho arraigo, en la actualidad se suele llevar a los estudiantes extranjeros a plantar un árbol durante su estadía y se le ha dado también un sentido ecológico a la fiesta de “TU BISHVAT”, la conservación y el cuidado del medio ambiente en general como símbolo de la importancia que tiene la naturaleza en nuestras vidas, pero, para mí, lo más importante de éste acontecimiento, es saber que quien planta árboles está al lado de la eternidad, en momentos en que “en el interior del Ser humano se ha talado el bosque de la sensibilidad y está por secarse el río de la esperanza”.

 Nuestra codicia legítima de más bosques es la búsqueda de una humanidad más humana, reforestar su corazón, utilizar el árbol como un termómetro, convertirlo en un sistema de medición de la respuesta ambiental necesaria para compensar la acción humana porque un árbol es nuestro contacto más íntimo con la madre naturaleza. Entre el hombre y árbol hay un imperceptible vínculo vital que une sus destinos. En una de mis giras como Productor de televisión en Guna Yala aprendí además, que: la Madre Tierra debe ser tratada con cariño porque ella nos da la vida. Los árboles y las plantas son nuestros aliados, seremos libres cuando aprendamos de ellos, el desafío de cara al futuro no es tanto regresar al pasado, que será imposible, sino recuperar muchas de aquellas buenas prácticas.

Tenemos que ser conscientes; la tierra es nuestro refugio, ayudar a protegerla y cuidarla ya que ello depende el futuro de muchas generaciones, cada astilla de un árbol, cada trozo de tierra, es sagrado, cada playa arenosa, cada niebla en los bosques oscuros, cada prado, cada insecto en su enigmático zumbido. Todos ellos son sagrados en el recuerdo y en la experiencia de un pueblo.

Algún día, el árbol que has tronchado te hará falta para respirar, tarde o temprano seguro que la naturaleza se vengará de todo lo que los hombres han hecho en su contra, la naturaleza es el trono exterior de la magnificencia divina, la mejor maestra de la verdad.





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