jueves, 1 de diciembre de 2016

PAYASO, SOY UN TRISTE PAYASO








PAYASO, SOY UN TRISTE PAYASO
La careta irreal de la felicidad
Por Eliécer Vásquez Quezada 
Fueron dos días de mi vida que me nació disfrazarme de payaso; el primero fue en un cumpleaños de mi hija Waleska cuando era una niña de dos años, la segunda ocasión, fue en un cumpleaños de un sobriníto de un año en Penonomé a solicitud de su padrino, Pitty Montenegro.
Definitivamente, fueron dos de los momentos más divertidos e inolvidables de mi vida, lamentablemente no guardo registros fotográficos ni videográficos de esa maravillosa experiencia, pero si tengo registrado cada detalle en mi memoria.
Haberme escondido tras esta careta irreal de la felicidad, me puso a meditar profundamente sobre esta noble profesión y me percaté que para estos personajes, deben haber días en que es inevitable que las lágrimas broten tras una sonrisa fingida y obligada, aunque vivan en tinieblas, en la oscuridad, en un mundo gris, creo que si el payaso demostrara su amargura, hasta el alma más dura lloraría.
Nos fascinan sus vestidos; sus ropas coloridas llenas de encanto su rostro hábil y artísticamente pintado toda esa parafernalia que utilizan para concentrar el potencial de su espectáculo. Todos se divierten y ríen con placer, pero no se imaginan que la mayoría de estos hermosos personajes tienen una vida cruel en la soledad.

Es precisamente por eso que son admirables, es por eso que en esas dos ocasiones me sentí como uno de ellos, Cuando iba lavando y limpiando mi cara, quitándome todo ese maquillaje y dejando al descubierto la fantasía, algunas lágrimas terminaron de lavar mi rostro al recordar que minutos antes había regalado una gran sonrisa y provocado una gran algarabía a muchos niños que carecían de ella.

 El saber que mi sonrisa salió de los más recóndito de mi alma, es uno de los recuerdos más felices de mi vida, por eso decidí plasmar y conservar esta experiencia sobre el papel.


Hasta este momento de mi existencia, nunca más he tenido que esconderme tras esa indumentaria colorida, ese maquillaje especial, esa felicidad y esa sonrisa falsa, ya no tenía que ser un triste Payaso, pero continuaba siendo en muchas ocasiones un Bufón, un alegre Bufón que siempre se esforzó por hacer divertir a su familia y a sus amistades.
Mi hermosa familia, puede dar fe de que siempre hago lo imposible por hacer reír y divertir a la gente, principalmente a los allegados a nosotros; en fiestas, tertulias y encuentros familiares.
Ahora solo esperaba el momento en que la persona que amo limpiara mi invisible maquillaje con su amor y su ternura y borrara mis tristezas, que apreciara al payaso que había en mí, al que no tenía capa exterior , al que lograba sonreír sin fingir durante tanto tiempo a su lado.
Lo más seguro, es que, como cualquier payaso algún día muera y todos me escondan en el olvido, pero de lo que también estoy seguro, es que de aquel que los hizo divertir, que los hizo cantar, que los hizo felices y que los hizo reír a carcajada por algunos instantes, de aquel payaso nunca se olvidarán.