miércoles, 7 de septiembre de 2016


AGUJA HILO Y DEDAL, Mi experiencia como Sastre

AGUJA HILO Y DEDAL
Mi experiencia como Sastre

Por Eliécer Vásquez


Siendo un adolescente, ejercí el oficio de “sastre” en una pequeña sastrería  ubicada en calle 14 Santa Ana, “Sastrería Tito”. Me llamaba mucho la atención éste arte que consiste en la creación de prendas de vestir, principalmente masculinas (traje, pantalón y camisas) de manera artesanal y a la medida, o sea, diseñadas única y exclusivamente de acuerdo con las medidas y preferencias de cada cliente.
El Oficio de la Sastrería, que ha estado presente desde tiempos inmemoriales, me lo transmitió un amigo comprometido con la logia Rosa Cruz, convencido desde niño, que la meditación es la unión de la conciencia con los más altos niveles de la Conciencia Cósmica..
Excelente Sastre, entrañable amigo, padre ejemplar, profundo y constante en sus convicciones espirituales. Me entregó gratuitamente sus conocimientos en esta materia y me hizo ser diestro con las herramientas para la confección y el diseño de las prendas de vestir.
Entre ensayo y error por casi tres meses; puntada sobre puntada  pinchándome los dedos con la aguja cuando le arreglaba la basta, dañando varios pantalones, ubicando los bolsillos al revés, tomando muchas medidas inexactas, disculpándome con los clientes en muchas oportunidades, hasta que salió la primera pieza en perfecto estado, con el corte exacto y la medida ideal. Que felicidad para mí y que orgullo para mi amigo.
Garcia Edgardo “Laly”, más que un hermano por toda la ayuda ofrecida, por sus consejos y sus enseñanzas en todo tipo de materia, confió en mí, me ayudó a elevar mi auto estima que estaba por el piso me aseguró que yo tenía una inteligencia excepcional y muchos dones que Dios me había regalado pero que tenía que desarrollar.
Ahora estoy convencido, que la Sastrería “Tito”, fue más que eso, fue el templo de mi desarrollo espiritual, profesional y académico, en virtud de que con los beneficios económicos que percibía por la creación de las piezas de vestir, pude sufragar mis estudios secundarios y universitarios, a pesar de que en aquella época, se cobraba por hacer una basta solamente veinticinco centavos y por la confección de un pantalón a la medida, cuatro balboas cincuenta. En comparación con los tiempos actuales que solamente la hechura de unas bastas cuesta tres balboas con cincuenta centavos.
Lamentablemente, ahora vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe nada sobre estos temas tan fascinantes.
Ya poca gente en Santa Ana habla de; Las telas torna sol, de la manta sucia, las agujas, el dedal, los hilos, el punto ciego, el remache y las tendencias de moda; de los pantalones con tableta, de los pantalones con pliegues y pretinas con secreta. Y la Casa Fashka de la Ave. Central quedó sólo en la memoria de los que practicamos esta noble, elegante e inolvidable profesión.