miércoles, 1 de abril de 2015

MIS LÁGRIMAS DESDE EL SEPULCRO DE JESUS



 




MIS LÁGRIMAS DESDE EL SEPULCRO DE JESUS
(parte 1)
Por: Eliécer Vásquez Q.

A propósito de mi conversión en Jerusalén



La santidad y el misticismo que emanaban del lugar me sobrecogieron e impregnaron de una felicidad indescriptible, inmediatamente se apoderó de mí, una extraña sensación de nerviosa armonía e inquieta tranquilidad. Este lugar era  verdaderamente santo, humilde y sencillo, arropado por la perfección mística de la ciudad eterna,  un lugar de ensueño iluminado  por unos imponentes candelabros cuya suave luz dorada brillaba en mi interior como una gran luciérnaga entre el tupido cortinaje  angelical de una cueva sin ruidos y sin luna.

Un verdadero remanso de amor y paz infinita, mi primera reacción fue simplemente pararme frente al sepulcro, pero una fuerza superior e incontrolable me hizo arrodillar y guió la palma de la mano derecha sobre la loza de mármol cálida y grisácea que cubría el santo sepulcro.

Sentía que mis fuerzas se debilitaban, pero una debilidad augusta y requerida, una sensación de vacío, armonía y paz infinita me obligó a arrodillarme ante el sepulcro de Jesús. Mis manos  estaban frías, pero sudaban y de mis dedos empezaba a elevarse una energía que parecían  ser inyectadas con punzadas y llenaban lentamente todas las  células de mi ser.

Esta energía vital me recorría el cuerpo en forma de hormigueo centímetro a centímetro. De mis ojos brotaban constantes, intensas y angustiosas lágrimas surgidas de lo más recóndito y profundo del corazón.


Eran lágrimas de amor, de felicidad en pleno éxtasis pero también lágrimas de arrepentimiento, de perdón y de dolor. La suma de todos estos elementos, me envolvió en una especie de cápsula que recorría velozmente un montón de nubes blancas, un asombroso y evidente  hechizo se había apoderado de mi conciencia y de mi ser.

Los minutos que podía permanecer en el recinto se me hacían horas y por mi mente se proyectaba mi vida pasada en una asombrosa sucesión de imágenes en cámara rápida que hacía fluir mis lágrimas como un niño, empezaba a escuchar en el silencio del silencio, el profundo sonido de una voz. Mi corazón se estremecía ante el horror y el peso del pecado.

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